Para nosotrxs, no es un mundo en el que estemos metidos… pero sí uno que nos llama. Que nos provoca cosquillas. Que se cuela a veces en nuestras fantasías, en una mirada más intensa, en un “hazme caso” dicho con voz baja y tono firme.
No venimos aquí a dar lecciones, ni a fingir lo que no somos. Escribimos este artículo desde la curiosidad, desde la sensualidad, desde el deseo de explorar (quizás algún día) sin miedo, sin prejuicios… y con mucho juego.
Lo que nos intriga del BDSM
Lo primero que sentimos al pensar en el BDSM es una mezcla curiosa de respeto, misterio… y excitación.Nos intrigan los silencios cargados de intención, las reglas del juego que no se ven pero se sienten, las palabras que mandan y las que obedecen. Nos seduce la estética: las cuerdas bien puestas, los cuerpos tensos y entregados, la forma en que dos personas pueden leerse sin necesidad de hablar.
No se trata solo de atar o azotar. Lo que de verdad nos llama es la conexión profunda, ese pacto invisible en el que uno cede el control y el otro lo recoge con cuidado. La confianza total. El juego psicológico. El “me entrego a ti” que no se dice con palabras, sino con actos, con miradas, con gestos lentos.
A veces nos preguntamos: ¿cómo se siente dejarse llevar por completo? ¿O tomar las riendas, con suavidad o con firmeza? ¿Dónde está la línea entre el poder y el placer? ¿Qué pasaría si un día dejáramos de imaginar… y empezáramos a probar?
Pequeñas experiencias que nos acercaron (un poquito)
No hemos ido más allá. Aún. Pero si miramos atrás, hay momentos que, sin saberlo, ya eran un paso en esa dirección.
Como aquella vez que jugamos con un antifaz y el simple hecho de no ver encendió los sentidos de una forma distinta. O esa noche en la que uno de los dos decidió marcar el ritmo, guiar, provocar… mientras el otro se rendía con gusto.
O esa conversación después de una copa, hablando de qué pasaría si un día cambiáramos las reglas del juego. Si uno mandara y el otro obedeciera. Solo por una noche. Solo por probar.
También nos hemos quedado embobadxs mirando una performance de shibari, con esa mezcla de arte, tensión, belleza y deseo. Nos fascinó lo estético, lo cuidadoso, lo ritual. Nos hizo pensar: hay todo un lenguaje aquí. Uno que aún no hablamos… pero que quizás algún día nos apetezca aprender.
¿Y si un día…?
¿Y si un día lo probamos?Solo por curiosidad. Solo para ver cómo se siente. Una habitación cálida, una playlist de fondo. Una palabra acordada que apenas usamos, porque no hace falta. Y entre nosotros… ese pacto sutil.
Esta vez, tú mandas. Yo me dejo llevar.
Me atas las muñecas con una cinta de seda, suave pero firme. Me vendas los ojos. Y el silencio se vuelve denso, eléctrico. Oigo tus pasos. Siento tu aliento cerca, pero no sé dónde estás. Y eso… me enciende. Tus manos me recorren como si leyeras en braille mis ganas. Me hablas bajito. Me preguntas si confío. Y yo solo puedo asentir.
En ese instante, no hay fuera, no hay prisa. Solo estamos tú, yo… y ese juego nuevo que aún no conocemos, pero que ya sentimos nuestro.
¿Y si un día nos atrevemos?
Explorar sin prisa, entregarse sin miedo
No sabemos si lo probaremos mañana, dentro de un año o nunca. Y está bien así.Porque lo bonito del deseo es que no siempre tiene que cumplirse. A veces basta con imaginar, con hablar, con encenderse mutuamente con la idea de un “quizás”.
Lo que sí sabemos es que nos gusta mirar al BDSM con ojos nuevos. No como algo oscuro o extremo, sino como un arte íntimo. Un lenguaje entre dos. Un baile de piel y poder, de entrega y cuidado.
Y quién sabe. Quizás, algún día, ese “¿y si…?” se convierta en un “¿te acuerdas cuando…?”.
Prometemos contar si alguna vez cruzamos la línea… o al menos dejar pistas. 😏
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