erotismo no siempre necesita ruido. A veces basta con un susurro. Con una respiración que se entrelaza. Con una cuerda que no aprieta, sino que abraza.
Y en ese caminar, el shibari se nos fue cruzando con esa elegancia que tienen las cosas que llegan cuando toca.
Habíamos tenido algún contacto suave, casi intuitivo. Lo justo para entender que no se trata solo de atar, sino de sostener, de rendirse, de jugar desde otro lugar. Y justo cuando esa curiosidad empezaba a enredarse en nosotros… apareció alguien especial: Pau Devolar.